martes, junio 27, 2006

The Phantom

"...No more talk of darkness
Forget these wide-eyed fears
I'm here, nothing can harm you
my words will warm and calm you
Let me be your freedom
Let daylight dry your tears
I'm here with you, beside you
to guard you ando to guide you..."

"...Say you want me with you
Here, beside you
ANY WHERE YOU GO!
Let me go too
Cristine
That's all I ask of you..."

"...After the point of no return..."

lunes, abril 03, 2006

helloween

Faltaban solo unas horas para el final de la noche de Halloween y Valentina aún estaba sonriente. Estábamos recostados sobre el auto que habíamos robado en la estación de gasolina, por lo tanto, podíamos decir que era nuestro. Era un modelo viejo de una cierta marca que no puedo recordar, simplemente, para no entrar en detalle, servía para nuestros intereses. Ella me miraba y sonreía, estaba contenta y eso era lo único que me hacía feliz. Recostada sobre el capó bebía una soda y yo sentado sobre el bómper con un pie en el suelo fumaba un cigarro. Estábamos juntos, por fin.

El ruido en la ciudad ya no nos irritaba. Éramos ella y yo solos en la colina del Venado, sin niños gritando como locos a nuestro alrededor, sin el estruendoso sonido de los carros y las ambulancias, sin el ladrido del perro del señor Martín a tres pasos de mí y sin el insoportable ajetreo de voces de los vendedores callejeros haciendo la última venta del día. Era una colina espectacular, desde allí veíamos a todos y nadie nos veía. Estábamos juntos allí en medio de ese bosque en la colina, justo sobre la ciudad; ello me hacía recordar los sueños que cuando chico tuve. Era romántico. Sin embargo, éramos solo amigos.

Esa noche yo manejaba el auto y lo estacioné. Estábamos disfrazados y sonreíamos porque recién habíamos robado el auto. Ella sonreía más. Su disfraz la hacía ver más bella que nunca o mejor, como siempre. Llevaba un antifaz de muchos colores con plumas de ganso a cada lado, además, su vestido negro y escotado en la espalda y en la pierna resaltaba su hermosa figura. Era una imitación del vestido de una famosa cantante. Yo en cambio, me hacía como Jack el Destripador. Llevaba un elegante traje con una larga capa, negra por fuera y roja adentro, camisa blanca, pantalón oscuro y botas. Además, llevaba una mascara que me cubría media cara, lo que me hacía ver un tipo rudo, eso creo.

Allí sobre el auto, con la música de Collide, bebimos soda y fumamos. Ella entonces se levantó sonriente y se mostró cansada, dijo que se recostaría un poco dentro del auto y así lo hizo. Yo esperé afuera unos minutos hasta que el frío me hizo ingresar también al auto. Cuando entré ya estaba dormida así que me recosté a su lado, con su rostro frente al mío. Solo la observaba. ¡Pero que digo! La admiraba. Es la imagen que guardaré en mi espíritu, en mis horas de vida y sueño. Es la imagen propia de un recuerdo que jamás otros ojos podrán retener y que será el orgullo de una semilla que creció para jamás nunca verla de nuevo, porque solo el recuerdo quedará de esa imagen tan cómplice como los ángeles que ese día regresaron para reclamar su estigma y llevársela para siempre lejos de cualquier presencia humana, pero su recuerdo quedará tan vivo como su belleza y su sonrisa, como si hubiese sido su propia intención caer tan preciosa como estaba ese día, justo frente a mis ojos, el día que quiso dejar de respirar a mi lado.

viernes, enero 27, 2006

El cofre

Toda la información que allí se guardaba pertenecía a ella. Era información que nadie pretendía fisgonear, porque si así lo hiciesen, se verían reducidos a su furia y tampoco comprenderían que secretos allí se ocultaban. Ese era el cofre. El lugar mas simple e incierto, con tan poca materia que ocultar pero con tantos secretos que encerrar. El lugar que para ella era símbolo de caprichos y fantasías que ocultaba sólidamente y donde ni siquiera yo podía asomar, porque sus más profundos secretos se ahogaban en silencio, allá donde el miedo es imbatible, allá tan cerca al abismo y tan cerca de sus emociones, pero tampoco muy lejos de mí. Ese era su cofre.

domingo, enero 22, 2006

Vestigio

Creo haber visto una imagen. Una imagen de una criatura erguida que cabalgaba en los cielos pidiendo a gritos compasión. Era en pocas palabras una imagen triste y lánguida vacía de amor y orgullo. Si, era una imagen de amor, pero no de ese amor puro y tierno, era una imagen de ese amor al por mayor regado por las calles que cualquiera daba suela. Oh, si yo la ví. Muchos creen haberla visto, pero solo yo sé como es. Y no se lo diré a nadie, porque dentro de aquella imagen encontré millares de emblemas totalmente indescriptibles para los perversos, aquellos que gimen compasión y perdón, unos emblemas primitivos que revelan que las flores algún día retornarán y serán para siempre el recuerdo de una historia que nunca comenzó.

domingo, noviembre 06, 2005

El pacto de Cassandra


Una vez, en una noche fría y oscura en un sueño desperté. El olor a tristeza invadía las sombras. Con un poco de concentración la melancolía disponíase a abarcar mi frágil cuerpo y la mariposa nocturna chocábase continuamente desde mas allá de la ventana. Eran entonces las cuatro y un poco menos de aquella sombría e inquieta madrugada. Relajarme, no podía. Estaba ligeramente nervioso. Si tan solo fuera posible comprender porqué el gato gris de doña Puritana hallábase postrado a mis pies. Maullido ahogado y tentativo que estremeció mis miembros, luego, escapó resuelto por una grieta en la ventana. Cuando los seres humanos, aún en el reino de los vivos buscamos simular un estado consumado básicamente en la disminución de energías nocivas provenientes de la naturalidad del cuerpo y que se desarrollan en circunstancias adversas a nosotros, entonces comprendemos la imposibilidad de hacer algo y solamente nos dejamos empujar hacia un mundo instintivamente extraño y al mismo tiempo comprensible; es solo que algunas veces se inclina en una polaridad negativa y otras muy positiva, afortunadamente, eso me agrada. Ahora, si yo buscaba por los rincones de mi instinto un método sencillo así fuera el más imposible para erradicar de una buena vez el estado melancólico que ahora me confundía, no lo hubiera encontrado si al observar que por aquella neófita abertura un frío lúgubre silenciosamente se instaló en los rincones de mi morada. Humo extraño. Mi instinto lo advirtió cuando escaló por mi espalda. Estremecíame entonces, concretamente después de una precipitación individualizada de mi cerebro que dio lugar a un exhalación de singular desahogo y con ello reunir fuerzas para enfriarme. Sin embargo, mis manos aún sudaban tal vez porque sosegar éste momento determinaba una tarea tediosa, de todas formas, con ellas limpié mi rostro. Calma, sólo debía calmarme, es sólo un viento helado que viene a instalarse en mi posada desde las profundidades de la luna. Solo calma y nada más.

Quizás esté trastornado, pero tal vez un poco de vino blanco ahogue mis miedos; miedos que sin duda vienen del subconsciente y que ahora no me impresionan. Lucía, mi criada de confianza lo habría dejado allí, sobre mi mesa unas pocas horas antes a causa de la sed que me ocupaba todas las noches. Me senté ayudado por mi bastón y me cubrí con una ruana de gran consistencia. El frío continuaba y así como sucede en todos los momentos de mi vida, las circunstancias se tornaron en un juicio inesperado para mí. Situación extraña. Esa pequeña ráfaga de aire se convertía en una alucinación que me seducía con danzas sombrías y nostálgicas y me llevaba totalmente manso a su lado a lo largo de un viaje lleno de fascinación y atracción. Sucede que totalmente ajeno a mí, con mis deseos y afanes del pasado, comprender ahora tantos recubrimientos, al frío ya no le temía y sencillamente le dejé pasar para dejarme tentar por su locura, y paralelamente, como si la mariposa a lo lejos no lo entendiera, me acostumbré a él, tanto, que hasta me agradaba. Una risa nerviosa dejé escapar a merced de la gran compresión de mis pulmones. Jamás reí tanto, eso creo, y puedo decir que mi sonrisa se refiere a la confianza que ahora experimentaba, una sonrisa tímida. Nunca comprendí la razón de mis actitudes, ni siquiera cuando osadamente, o tal vez, torpemente y sin razones de peso arranqué con un bisturí el corazón del señor Pérez el día que me obsequió el vino. Así fue pero igual que ahora, no quiero decir con esto que de locura yo padeciera, posiblemente se habría transformado en un instinto no menos cruel y las ataduras que los doctores habríanme diagnosticado, en el infinito se esparcían para jamás nunca verlas.

Y cómo comprender luego en ese entonces que ya nada me agradaba y que solo ese viento comprendía, para ser solamente él mi única y mi razón más probable de existencia. Fuimos entonces amigos. Uno nos hicimos en lo más profundo del universo mucho más lejos de la imaginación que cualquier ser humano pueda alcanzar, en donde el aroma de los astros se confunde con la pasión de los ángeles, y la suavidad de los seres infinitos se transmite a todas las masas que conforman el universo. Pero buscando un poco más en nuestra naturaleza humana, considero que muy lejos de éste mundo los seres humanos no consiguen extender su basta imaginación, la cual, no se dispone a comprender siquiera un mínimo de lo que significa el actual momento lleno plenamente de un estado insano de mi cuerpo en donde el control de mi cerebro imposible era y donde oculto bajo aquel viento helado una extraña respiración parecía escucharse, jadeante, compulsiva y cautelosa.

Así, mi sonrisa se desvanecía. Ese momento de aparente optimismo y cordura fue desapareciendo cuando, posiblemente por su ansioso andar, exhalando lánguidamente en mi nuca y como si quisiera ocupar la totalidad de mi alma, paulatinamente las ventanas de la habitación donde me encontraba fueron empañándose. Por unos instantes dejé de parpadear. Ciertamente, en ese instante, las terribles almas de miles de condenados habríanse burlado de mí a carcajadas al ver el estado tan lamentable que me sofocaba; sus rostros malolientes habríanme perturbado en un solo segundo sin ninguna contemplación. Pero aún era fuerte. Mi espalda, empapada de sudor no daba pie para controlar mis aptitudes motrices, y con ello, al pretender levantarme con total aturdimiento, aprecié que su estructura inferior hallábase pegada a la silla. Estupefacto, sin conciencia y con mucho esfuerzo en realidad, me levanté de la silla casi desprendiéndome. Recuerdo que el ruido que ello produjo lo asimilé con el sonido que se desata cuando, con astucia, se desprende la piel de un cuerpo humano aún en descomposición. No quise respirar o tal vez no pude respirar, posiblemente porque no quería ser yo quien produjera aquellos terribles vahos en la ventana.

Quisiera que el lector hiciera un esfuerzo realmente brusco destinado aunque sea en la parte más minúscula y débil de su imaginación para comprender la situación que me ocupaba. Acaso por quien se me daba para padecer este instante de tensión que la suerte me ponía en frente, tal vez, si no gozara del deleite que me producía el retener cuerpos trastornados, ya que ello sencillamente me hacía acoger sus desdichas y lo disfrutaba; o explícitamente, si no hubiera envenenado los tristes y solitarios búhos de la ciudad o si no hubiera despojado al señor Pérez de sus órganos y aún si no los hubiera reemplazado por los órganos de los dos gatos de la familia Espitia, vecinos de doña Puritana, tal vez éste lapso macabro no me estaría llevando al mundo de los fallecidos. Es así que mi espanto se incrementó cuando en medio de aquel vaho en mi ventana noté un inusual garabato. En él, distinguí una “u” escrita en condiciones místicas y macabras. Era una “u” y unas letras más, letras de algún idioma desconocido que estrambóticamente se extendían a lo largo de mi ventana. Tal vez, si en alguna otra circunstancia aquellas palabras hubiéranse cruzado frente a mis ojos de un modo menos violento, y si tan solo un significado, así fuera el más mínimo, estoy inmensamente seguro que no me ocasionaría una flaqueza como la que acontecióme en aquel momento.

Y no comprendía ni su razón de ser ni el significado que pudiera tener. Como digo, al principio un proceder lógico no hallaba, pero luego con un poco de inhalaciones y exhalaciones simples que aprendí de Layla, descifré lo que parecían ser solo morfologías vagas. Quiero aclarar en este instante que aún seguía consciente de forma así que mi cerebro recibía normalmente los impulsos del corazón y la poca sangre que aún corría por mis venas llegaba en períodos sincronizados a mi cerebro, eso sí, muy excitados. De tal forma, en medio de mi cruel situación, mis neuronas, a pesar de su volátil trastorno, lograron aclarar mis pensamientos y asimismo comprender de forma clara las letras que ciertamente formaban una frase o una palabra. Su nitidez me helaba la sangre. Luego de esa “u” se distinguía una “a” a su lado, una “a” no muy clara pero al fin y al cabo era una “a”. Mas adelante, no contigua disponíase notoriamente una “o” y a su lado una especie de “h”. Sin embargo, lo demás fue difícil razonar concretamente se basaba en descifrar la frase en general ya que se veía algo así como esto: “UARF ENÖHCS”.

Si, como ya dije, al principio no sabía qué significado guardaba, pero de lo que si estaba seguro era de la realidad de ello. Luego de muchas reflexiones y especulaciones, muy por encima de ese contraste comprendí el error en el que yacía. Sabía que su orden debía ser el correcto pero fundamentalmente era preciso intuir que el lado en que me encontraba no era el acertado. Realmente, la frase yo la estaba leyendo al revés, es decir, su escritor se habría encontrado del otro lado de la ventana. Así pues, quise sonreír en ese instante al comprender que la que parecía ser una insensible e inofensiva mariposa al otro lado de la ventana chocándose hasta desmoronarse sin juicio alguno, resultó a fin de cuentas la poetiza de esas palabras que descifraron el laberinto. Entonces, la frase correcta se definía de la siguiente forma: “SCHÖNE FRAU”, y puedo estar seguro con plena certeza que esa es la frase. Pero ahora, que con claridad lo pienso, aquellas palabras produjeron en mí inmensas posibilidades de vivir en un mundo crítico próximamente destinado a su fin. Ese empeño en permanecer en el mundo de los vivos no lo concebí en aquel instante que ya avisaba el alba, solo ahora que el mundo es mío y, como ya he dicho de aquellas palabras, su filosofía aún no comprendo pero ciertamente me tranquiliza. Solo esas dos palabras me dieron la devoción de buscar entre los vivos la verdadera existencia de este ser virtuoso y asimismo aminorar mi supervivencia puramente endeble y melancólica, porque si bien es cierto que la naturaleza se funde en olor a belleza y armonía, también es entendible que ahora yo me sienta como el acreedor del orden del reino de las sombras y el príncipe del desierto que cubre el mar.

Ahora bien que aquella frase conmocionó mi supervivencia por aquel instante, decidí encoger mi cabeza para analizar la situación. Aún conservaba mi piel y toda la constitución de mi cuerpo parecía estar en su lugar. Ojeé entonces el armario, testigo de tantas locuras de mi alma. Allí, muy en el fondo de su lecho se conservaban los cuerpos sin vida de la señora Puritina, el señor Pérez, Lorenzo el hombre de los habanos que siempre quiso irrumpir en el círculo que corta mi vida, la familia Vargas quienes en su vida gozaban el amor hacia un sucio y repugnante insecto llamado Hans, y claro, cómo olvidar al viejo Perencejo el cual siempre me disgustó sobretodo su forma de actuar cuando sus instintos enloquecían. Todos ellos, allí guardados para siempre en el recuerdo y la memoria. Sacudí la cabeza y bebí un poco mas del vino. Tomé un poco de aire, aún lleno de ceniza a causa de la madera en la chimenea que ya se consumía en polvo. Me senté y encendiendo un habano observé con alivio y un poco de melancolía cómo el vaho en la ventana se disipaba mansamente dejándome su intocable huella palpitante en mis pulmones y en mi alma. El reloj del oráculo encallado en la pared entonces gimió acorde con la mañana que se avecinaba. Su sonido se hizo conforme al llanto del gladiador en su señal de victoria. Era mi recompensa. Era mi gesto provocador hacia las larvas. Calma gusanos, mi cuerpo aún no desfallece ni siquiera en la llegada del Fénix quien ha de discutir con los dioses las promesas por cumplir.

Pero pronto, a solo unos pocos minutos del amanecer sorprendíame justamente un hecho que no había notado inicialmente. El viejo libro de Javhé Karma se mostró a los primeros rayos de luz. Hallábase tendido a un lado de la chimenea. La página cinco a la vista estaba. Al arrimarme con gran osadía lo levanté y lo puse luego sobre mis piernas. Titulaba Killcrops y algunas palabras aprendí:

“Estoy un poco cansado, vida
Pero no estoy vencido
Invocaré mi fuerza, vida
Me levantaré de nuevo.
¡Y me verás tan fuerte vida!
Que te dará mucho miedo
Tú nunca me has vencido, vida
Tú nunca me has vencido.

Me niego a ver tu victoria, vida
A causa de mi derrota,
Siempre yo he triunfado, vida
Tú siempre has perdido
Tú nunca me has vencido, vida
Tu nunca me has vencido.”

Por fin lo he entendido: Si cinco sublimes pesadillas malcrían mi cerebro, puedo decir que ésta fantasía no debe culminar, posiblemente ya no es un sueño, y todas las sombras, alucinaciones y pasiones que invadíanme mientras soñaba buscaron escapar y ahora creo nunca haber despertado.

viernes, octubre 28, 2005

Piel

El olor de su piel, ese exquisito bálsamo de la carne fresca, una lujosa fragancia disimulada dócilmente en el terciopelo de la rosa que crece en su latir despavorido y se concentra en su respiración, me desnuda insaciablemente, se convierte en fuego erótico que acalora cada milímetro de mi piel, cada segundo es un infernal coqueteo de caricias impensadas que ninguno de los dos advierte, nos quema.

miércoles, octubre 26, 2005

Klaviër




Es una desgracia. Es insoportable contener tanta opresión y desventura al mezclarme en los agónicos recuerdos que aún conservo cuando viví, si saber aún como, mi cuerpo se desvaneció como el humo del opio. ¿Quien sabe qué es de mi? ¿Acaso alguien sabe que me ha ocurrido? ¿Que explicación puede existir ante mi desgracia? Nadie responde, y jamás dirán una sola palabra. Sin embargo, entiendo mientras recuerdo, y asi mismo, mi instinto recurre a unas fantasías tan reales y muy auténticas que hasta mi cuerpo resolvió esfumarse y estoy seguro que la respuesta se encuentra en ella.

Al fin y al cabo resulta sencillo: sus ojos mortales. ¡Oh! ¿Es acaso posible que la naturaleza pueda cifrar su gloria en unos inofensivos ojos? ¿Es factible concebir que las maravillas de las especies y la abstracción del orden natural se puedan atrapar, moldear y conservar en unos ojos? Ahora organizo y doy crédito a ello porque mi expiración viene de ese ser que guardaba esos ojos. Y fue en esa tarde del invierno del cincuenta y cuatro cuando por descuido perdí mis anteojos. Por la ciudad los buscaba en una travesía tan normal como la de un prudente distraído. Ingénuamente o tal vez, estúpidamente, me adentré en ese bosque de ramas podridas, por el sendero de los muertos. El mundo ante mis ojos se transformó.

Y como comprender que todo ello parecía como si el magnetismo terráqueo se hubiera ligado a mi aura y me hubiera guiado maliciosamente al campo que emitía la muerte. Se sobrevino la tormenta. A medida que caminaba -aún con mas lentitud porque el agua me limitaba hacerlo normalmente-, las gotas incrementaban su volúmen y me hacían tropezar mi trayecto, pero aún así continué.

Sí, eso si fue lo mas espantoso. Desde aquel momento ya todo se había transformado, desde allí ya nada iba a ser como antes, y lo sabía. Era como los sadomasoquistas que se les dá un golpe y luego quieren una paliza. Así me sentía en realidad. Súbitamente se sobrevino un monstruoso aguacero que golpeó mi rostro como agujas de anestesia al mismo tiempo que avanzaba angustiosamente. Y fue en un parpadeo. Cerré los ojos para reparar mi rostro y sucede que al abrirlos me percaté de una extraña aleación de las opacas sombras que hacía la luna contra los viejos árboles. Eran sombras vagas que formaban moldes de ángeles caídos. Otras al contrario, parecían dibujar figuras surgidas directamente desde el umbral del infierno. Sin embargo, todavía mas asombroso era que al realizar un empalme molecular, muy a simple vista, de los extraños y vulgares monumentos resultaba nítidamente una figura singularmente imponente.

No lo quise comprender, o tal vez, no lo pude soportar, pero existía realmente. Era el rostro de una mujer terriblemente magnífico; quien sabe, seguramente brillaba mas que una doncella. El rostro mas sublime y fino. La belleza rotunda y pulcra dotada de una grandiosa pureza que revelaba ser el complemento de lo digno y lo no debido. La impecable maravilla enviada por Afrodita que yo contemplaba tímidamente. Y me observaba. Pero, ¿Pero qué carajos podía hacer yo?¿Cómo debía decirle: ¡No me mire!?¿Cómo le daba a entender que sus ojos no dejaban piedra sobre piedra y que su belleza me empalidecía? ¡Cómo! ¡Cómo!

No me había dado cuenta pero pronto mis articulaciones se congelaron y me pasmé como la tumba del faraón Keops dos mil trescientos años antes. Era terrible. Quedé inmóvil, sí, inmóvil y vacío. Sólo contaba con mi respiración; mis nervios, mis huesos, mis músculos, solo había quedado allí ¡paralizado!, observando con terror cómo, y sin poder hacer algo, en un instante mis uñas se derretían y luego caían cuando ella solo me observaba. Al rato, simplemente los dedos cayeron, luego mis manos y ella seguía allí, contemplándome solamente. Se unieron luego a ésta oleada de terror mis antebrazos y allí pudepercibir que ella no estaba como antes. Se acercaba, pero ya no como una inocente sombra; ahora tenia una forma tridimensional en el que las líneas y curvas eran ahora volúmenes tangibles. Esa mujer era real y se acercaba. Sus ojos, sus ojos, el piano de su orgullo, la música de lo bello y lo indigno, ¡oh! me enloquecía. Mi rodilla flaqueó y me desplomé. Recuerdo que en medio de mi nerviosismo lo asimilé como una bomba en épocas de guerra: mi cabeza cayó al lado extremo del tórax, los pies se rindieron al lado opuesto de mis manos, lo podía ver; yo, estaba yo regado por todas partes, aquí y allá ¡desmembrado! Ella, ella mientras tanto con un delicado traje de diosa se detuvo para contemplar mi desgracia ¡no te inclines! ¡no te inclines! Oh no me mires angel de lo bello y lo desconocido ¡no acerques tus ojos! ¡no me mires!

sábado, octubre 22, 2005

Rendición

Solo por preguntar, ¿En realidad quieres hacerlo? Le dije antes de indicarle el camino.

Sólo tú cargas tu propio destino y por eso te lo repito,

¿Quieres hacerlo? yo sólo te lo enseñaré, en adelante seré un testigo más.

viernes, octubre 14, 2005

Crímenes de Amor

Las noches frías me han despertado
El mullido del viento me desviste
Las uñas de dos brujas me han tocado
Su caricia corta como el hielo más brusco.

Sí, este es su camino
Éste es su modo tan misterioso
De darme la bienvenida
Es su forma de recordar las noches
Distantes de pasión y destino,
Donde, desnudo, me bañe en aguas de terciopelo
Olfateado por una sonrisa cómplice
Dentro de una luna inocente,
Serenos fueron los seres que me guiaron
Vacías las manos que me desnudaron
Para tallarme extraños símbolos
Desconocidos para mí,
Pero puestos suavemente dentro de mí.

Sí, este es mi camino
Es mi modo tan misterioso
De darle la bienvenida
Acogerla, es mi modo de recordar
Las noches distantes de pasión y fatalidad,
Donde llevamos coronas de carne para desafiar
Los cielos en azul y la tiranía tan vaga,

Nosotros somos los villanos mudos,
Bebiendo el amor como insolentes vampiros
Remando a través de estrellas y cielos
Y todo para venir en noches de invierno
Como cuervos de neófito en la jerarquía más extraña,
Encantados por el páramo de este anfitrión extraño,
El dibujo ingenuo hecho con nuestra sangre y esperma
Ritualmente grabado en nuestros corazones y pechos
Señales de un dolor
Señales de un crimen de amor
Que para siempre y nunca perdurará.

Éste es nuestro camino,
La forma cariñosa y misteriosa
De dar la bienvenida
Es nuestro modo de recordar las noches
Siempre perdidas de pasión y condena
Recuerdo servido en copas dolor y orgullo
Para toda la eternidad gritaremos,
Para haber perdido entre las estrellas a nuestra novia
Intocable en su sonrisa,
Dentro, el gran ojo de plata
Donde cada noche ella es condenada a brillar.


Song by Moonspell

jueves, octubre 13, 2005

Love and Sin

Todos corrieron cuando el emperador Belzebú extendió sus alas, hasta yo, por supuesto. Muchos de nosotros en su afán de huir resbalaron y quedaron a su alcance, y otros por desgracia cayeron al abismo; pero yo, corrí como alma que lleva el diablo. A mi lado había uno que llevaba más energías que yo y al rato me dejó rezagado. De todas formas traté de seguirle pero su paso era endemoniado, así que opté por disminuir el mío. Sorprendido, al mirar atrás, contemplé que la gran mayoría trataba de hacer lo mismo que yo y buscaban seguir mi ruta, que en realidad sentido no llevaba. Esperé entonces a que me dieran alcance para así seguirle a alguno. Pasó uno, luego dos, y luego cinco, allí apreté de nuevo. Ahora, con más ganas, detecté y seguí a uno que me llamó mucho la atención. Era uno pequeño en realidad, pero su paso era increíble. Su color, mas bien pálido, se hacía muy parecido al mío y eso era extraño porque yo era el único de los míos. Lo más extraño en él encallaba en su afán de voltear continua y desesperadamente, tal vez para evitar que otro le siguiera. Pero mi instinto se dirigió a él y le seguí hasta el último de los rincones. Muy lejos, cuando ya cansado de evadirme, se resignó a mi lado. Le observé. Estaba pálido! Igual que yo. Pero sus ojos eran nobles, los míos no.

- Te atraparán! –Gritó cuando miró que nadie nos seguía-, si sigues a mi lado te atraparán.
- No me importa – le respondí-, de todas formas ya nadie nos persigue.
- Nos atraparan – decía - ellos siempre lo hacen, vete ya!

Con un gesto de negación le hice entender que seguiría con él. Muy al rato, resignado ante mi insistencia señaló una montaña triste y virgen y me dijo que descansáramos allí. Lo hicimos. Nos tiramos boca abajo en silencio. En ese lugar le detallé mejor. Como ya dije, tenía características y ademanes muy parecidos a los míos, pero su rostro me hizo dudar. Creí conocerlo de antes, pero no. Era un rostro sin sentido, muy triste y opacado, tal vez de alguien herido hace mucho tiempo, alguien que vivió y fue traicionado. Sin embargo, denotaba ternura y sensibilidad pero así no era, más bien era duro y recio. De ésta forma, se veía que muy dentro de él ocultaba algo. En su rostro se veía algo mucho más profundo, como si guardara el secreto más inmenso de éste mundo. No se lo pregunté y tampoco lo encontré. Además, viéndole con más intriga, vi que bajo sus brazos ocultaba algo, y eso me intimidó. Tampoco le pregunte nada. Llevaba algo que no quería que nadie viera, ni siquiera yo, lo llevaba bien escondido. Se lo había robado a ellos. Era algo que nadie conocía, solo él.

- ¡Que! –dijo-, si, es mi vida lo que llevo aquí, ¡es el gran laberinto! Es mi vida, la tuya, es la vida de todos, es el secreto de la felicidad, el secreto de la belleza y el secreto para amar. Si amigo mío, es por esto – reafirmó- es por esto que nos persiguen a todos.

miércoles, octubre 12, 2005

Solos

Sabes, Douglas? En ti encontré un recuerdo que creo, no me ha sucedido nunca.

lunes, octubre 10, 2005

La Pitonisa

No lo sabía hasta ese momento pero su destino estaba escrito. Solo dos monedas y la silenciosa oscuridad de la noche le acompañaban, destino tétrico y letal. Acaso si las montañas y el inmenso llano no hubiesen sido testigos de su melancólica situación, tal vez estaría saboreando el delicioso sabor del ocio y sus privilegios. Pero no lo era. Estaba completamente solo en el basto mundo simplemente testificado por una luna cruel y por las estrellas que a su paso le seguían. Todo estaba escrito.
Sentado sobre una roca lloró con vehemencia. En su cabeza se confundían la furia y desconsuelo. Estaba condenado desde el principio, todos lo supieron, menos él, un destino señalado brutalmente que le habría paso para continuar con su misión, una de esas que nunca nadie hizo en su sano juicio.

Completamente resuelto en su último esfuerzo con el sabor de sus lágrimas y la sensación del sudor en su boca encalló a finalizarlo. Nadie lo hubiera imaginado en él y tal vez en nadie, solo debía hacerlo, de todas formas, ahora lo quería hacer. Y con la luna, cómplice de su coraje, cavó hasta donde su cuerpo se lo permitió. Hechizo maldito que lo provocó hasta este punto. Dejó caer la pala y se tumbó de rodillas. Era en realidad su última batalla donde, con las vestiduras rasgadas y su cuerpo devastado, concluía el círculo de enigmas que le había rodeado cuando la tentación se hizo a su lado, el día que la tierra empezó a clamar su nombre. El día que hasta hoy se convertía en sus últimas exhalaciones, donde el círculo de su sarcófago gemía a gritos su nombre para que su cuerpo se uniera y completar al fín la profecía que aún en su lecho de muerte desconoció.